No creo que alguien que lea este relato se lo pueda creer. A decir verdad, yo personalmente no le
daría ningún crédito, francamente es muy difícil de creer semejante historia.
Y, sin embargo, se los aseguro, queridísimos amigos lectores, no tiene ni un
ápice de mentira es tan real como
vosotros leyendo este enigmático relato salido de mi experiencia
personal.
Todo empezó el año 1977 en uno de mis innumerables viajes de
atleta internacional de 800 metros, cuando conocí en Cairo una persona
excepcional. Él me instruyó en una técnica ancestral transmitida boca a boca de la época de los faraones. Un
método que utilizaban los antiguos sacerdotes
egipcios para comunicar con el más allá. Durante el transcurso de los
años lo utilicé para comunicarme con amigos y familiares fallecidos. Les
sorprendería si mencionaría a algunos hombres ilustres; pero prefiero no nombrarlos,
porque, entonces sí, que no me
creeríais. De todas mis experiencias hay una que me ruborizo y tiemblo de
emoción sólo de pensarla.
Era Navidad, tenía todo preparado para comunicar con la
persona que más amaba y admiraba en este mundo. El hombre que vivió 256 años.
El rey de los herboristas y para mí el más grande de los maestros de chi Kung,
mi amado señor Li Ching Yuen. Preparé un cubo de agua, coloqué los tres
sagrados libros en posición estratégica e impregné de incienso el ambiente. En la mitad de la
estancia puse un gran ciclo de sal. Al terminar con todo empecé a cantar los
sagrados salmos místicos de evocar a los muertos.
Apareció de la nada. Estaba en posición de loto esbozándome
una dulce sonrisa. En su rostro se reflejaba una bondad y una sabiduría extraordinaria.
Sus ojos relucían con un brillo de alegría. Mi queridísimo maestro, proferí y
las lágrimas bañaron mis mejillas. Hubo un corto silencio y, finalmente, el
maestro dijo:
—Hace cuarenta años que te observo, Sotirios. Tus
conocimientos sobre el rejuvenecimiento son asombrosos. Te alimentas sólo con
comidas frescas que contienen antioxidantes como ajo, cebolla, tomates, uvas,
arroz integral, té blanco etc. Conoces el secreto de la comida única. Has
eliminado de tu vocabulario todos los alimentos que producen los radicales
libres como fritos y todos los productos que tienen trans ni los has tocado.
Eres un gran maestro de chin kung, practicas los Cinco Tibetanos y has
descubierto una nueva técnica de meditación transcendental combinándola con música relajante. Lo siento, queridísimo
amigo, pero no te puedo ayudar.
—¡Oh, tu rey de los herboristas! ¡El más grande maestro de
los maestros de Chi Kung! Cuando absorbo la energía primero la visualizo como
una nube blanca que penetra por la nariz y la distribuyo por todo el cuerpo
regenerando las células de mi cuerpo. Pero hay algo que ignoro y me impide
progresar. Tú, mi amado maestro eres un erudito, el mejor que puede disipar mis
dudas.
Los ojos de maestro cogieron un fulgor radiante de luz, nos
quedamos unos minutos en silencio y el maestro dijo.
—Lo que estoy a punto de revelarte es un conocimiento
supremo. De hecho, ni los yoguis, ni los sabios, ni los grandes científicos
conocen la verdad. Tú serás el único, pero con una condición. Nunca tienes que
revelar el gran secreto a ninguna persona; será para ti y sólo para ti.
Asentí con un ademán de humildad. Entonces el maestro
repuso.
—En principio la energía has de visualizarla como rayos de
sol. Tiene que penetrar por la cabeza y no por la nariz. Has de concentrar la energía
en el centro energético que como muy bien sabes está bajo del ombligo. Cuando
concentras la energía en este punto se despertará la kundalini. Con el
despertar de Kundalini se despertará a la vez tu conciencia cósmica. Sólo en este
estado podrás ejecutar el gran misterio de rejuvenecimiento. Ahora llegó el
momento al revelarte el secreto de la eterna juventud. Al estar en este estado
y con el control total de la energía tienes que…